06 Oct
06Oct

Queridos hermanos en nuestro Señor Jesucristo, mientras se avanza en la vida, es probable que se encuentren mayores dificultades, oponentes naturales, contradicciones, puntos de vista contrarios, y hasta espíritus animados por la envidia; pero nosotros, que también estamos sujetos a las miserias humanas, debemos fijar nuestra atención en el fin de nuestra existencia sobre la tierra, dejar a un lado las diatribas personales, o pretender defenderse de cada persona que disienta o discrepe de nosotros. 

Nuestro objetivo no es agradar a los hombres, ni convencerlos de nuestra buena voluntad, sino ante todo, amar y servir a Dios nuestro Señor, mediante lo cual alcanzamos la salvación eterna, dejando que la Providencia ponga en nuestro camino, a las personas indicadas para nuestra santificación, para practicar la caridad, para ejercitarnos en la santa virtud de la humildad, y de la paciencia principalmente. 

"¿Cómo quiere estar en paz mucho tiempo el que se entromete en cuidados ajenos, y busca ocasiones exteriores, y dentro de sí poco o tarde se recoge? Bienaventurados los sencillos porque tendrán mucha paz." Imitación de Cristo I, XI, 1.

No perdamos la paz por encontrar personas contrarias, por recibir señalamientos agrios, o por comentarios que nos descalifiquen; nosotros debemos hacer el bien, bendecir a quien nos maldice, orar por los que nos calumnian o nos hacen daño, tratando en todo de imitar a nuestro Divino Redentor quien murió en la santa cruz por nosotros. 

"No te dejes vencer de lo malo: mas vence el mal con el bien." Romanos XII, 21.

Por supuesto que tenemos defectos, ausencia de virtud, cosas de las cuales debemos corregirnos, virtudes que adquirir, pero, no podemos dedicarnos a convencer a las personas de nuestra buena voluntad, es absurdo; sencillamente quien trata de agradar a los hombres como fin principal, se vuelve esclavo de ellos.    

"Si no puedes hacerte a ti cual deseas, ¿cómo quieres tener a otro a la medida de tu deseo? De buena gana queremos a los otros perfectos, y no enmendamos los defectos propios... Si todos fuesen perfectos, ¿qué teníamos que sufrir por Dios de nuestros hermanos?" Imitación de Cristo, I, XVI, 2. 

No debemos desalentarnos por nuestros defectos, flaquezas, e inconsistencias en el camino de la virtud, antes al contrario, esforzarnos por adquirir la virtud, trabajar en nuestra santificación por amor a Dios, determinarnos a levantarnos cuantas veces sea menester, pero no por los hombres como fin, o por miedo a que hablen mal de nosotros, sino por el fin de nuestra existencia y motivo de nuestra estadía en la tierra. 

Roguemos a la augusta Madre de Dios, se digne fortalecernos, bendecirnos, y santificarnos con el amor de su divino Hijo, para ocuparnos con esmero en el fin de nuestra existencia por amor a Dios. 


Dios te bendiga.



Comentarios
* No se publicará la dirección de correo electrónico en el sitio web.