15 Sep
15Sep

Queridos hermanos en nuestro Señor Jesucristo, ¿por qué tener miedo a morir?, si nuestra muerte es un hecho que debe ocurrir, aunque incierto en el día y la hora, pero es un paso a la eternidad, donde enfrentaremos el juicio particular, para recibir la sentencia eterna de salvación o condenación, según el uso de nuestro libre albedrío aquí en la tierra, por eso debemos esforzarnos en vivir en gracia de Dios, en guardar los mandamientos, en vivir cristianamente, para merecer la bienaventuranza eterna. 

"Inmediatamente después de la muerte tiene lugar el juicio particular en el cual el fallo divino decide la suerte eterna de los que han fallecido (sentencia próxima a la fe)." Ludwig Ott, manual de teología dogmática, página 697. 

Nuestro peregrinar en la presente vida es temporal, es la etapa de merecer la eternidad, por eso, vale la pena esforzarnos en cumplir la ley de Dios, y de la Iglesia, en ser templo vivo de la augusta Trinidad, en amar a nuestros semejantes, hacer obras de caridad, frecuentar los sacramentos, tener devoción a la bienaventurada Virgen María, en fin, vale la pena ser católico. 

Debemos ocuparnos del sustento diario, de las cosas temporales, pero más debemos esforzarnos en la eternidad, porque no tiene fin, es para siempre, o eternamente dichoso en el cielo, o desgraciado en el infierno, más claro no puede ser. 

"Y no temáis a los que matan el cuerpo, y no pueden matar el alma: temed antes al que puede echar el alma y el cuerpo en el infierno." San Mateo X, 28. 

Dios es infinitamente misericordioso, a tal grado que siempre está dispuesto a perdonarnos, por ello instituyo el sacramento de la confesión, pero también, es infinitamente justo, que respeta nuestra libertad de escoger entre guardar los mandamientos o quebrantarlos bajo cualquier motivo o circunstancia. 

El amor a Dios se demuestra guardando sus preceptos; es ahí donde debemos tener en claro el conocimiento de la ley de Dios, la doctrina católica, cimentada nuestra fe, la cual debe manifestarse o expresarse en nuestras obras.

"Jesús respondió, y le dijo: Si alguno me ama, guardará mi palabra. Y mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos morada en él. El que no me ama, no guarda mis palabras. Y la palabra que habéis oído, no es mía: sino del Padre, que me envió." San Juan XIV, 23. 

Para entrar en el cielo es necesario estar bautizado, tener la fe verdadera, y guardar los mandamientos; cuando tengamos la desgracia de cometer algún pecado, acudir con presteza a la sagrada confesión, ser más cuidadosos y vigilantes en nuestro proceder para aprender a vivir amando y sirviendo a Dios nuestro señor. 

Roguemos a la augusta Madre de Dios, se digne concedernos las gracias para morir en gracia y amistad con Dios nuestro Señor, para adorarlo eternamente en la patria celestial. 

Pretiosa in conspectu Domini mors Sanctorum ejus. "Preciosa en la presencia del Señor la muerte de sus santos". Salmo CXV, 15. 


Dios te bendiga.



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