19 Sep
19Sep

Queridos hermanos en nuestro Señor Jesucristo, por debilidad, inadvertencia, ligereza, o descuido, podemos cometer errores, incurrir en culpas graves, en pecados que nos aparten de la gracia de nuestro Divino Redentor, pero debemos con prontitud recuperarnos, acudir al sacramento de la confesión, enmendar el camino, para fundarnos en la santa virtud de la humildad, desconfiando de nosotros, y confiando en Dios nuestro Señor. 

Reza la frase en latín: errare humanum est, sed perseverare diabolicumque significa: "Errar es humano, pero perseverar (en el error) es diabólico." Todos podemos cometer faltas, pero más grave es perseverar en ellas, justificarlas, rebelarnos contra Dios nuestro Señor en la permanencia de las obras que prohíbe. 

El pecado mortal es el verdadero mal que puede condenar nuestras almas en el infierno, es el que nos aparta de Dios, fractura el motivo de nuestra estadía en la tierra, nos arrebata la presencia de la augusta Trinidad en nuestra alma, y sin embargo, se comete con tanta facilidad, que aún algunas leyes civiles, ciertas  costumbres humanas, lo aprueban, y algunos hasta lo alaban como signo de libertad. 

"En todo pecado, el hombre se deja influenciar por el seductor original. Todo pecador, al pecar, se pone del lado de los enemigos de Dios, siendo el diablo el primero de ellos. El pecador se somete al diablo cuando deja de obedecer a Dios. El hombre no puede salir de la siguiente alternativa: o se somete a Dios o queda sometido al diablo". Michael Schmaus, Teología Dogmática, tomo II, § 124, página 274. 

No nos confunda el proceder de las multitudes, no nos aparte de Dios las leyes que aprueban el pecado, debemos conservarnos en estado de gracia, debemos amar y servir a Dios nuestro Señor en la presente vida, para ver y gozar de Él en la gloria eterna, ¡perseverar queridos hermanos! 

El pecado mortal es la transgresión de la ley de Dios en materia grave, sus consecuencias son funestas para el alma y para la sociedad, pues frustra completamente la razón de nuestra vida, el motivo de la civilización cristiana, porque sencillamente el pecado es la presencia de Satanás: 

“No es acaso él, el que introdujo la guerra en el cielo, el engaño en el paraíso; el que puso discordia entre los primeros hombres y sembró el mal por todas partes? Él es el que oculta en el alimento el incentivo de la gula; en el trabajo la pereza; en la procreación la lujuria; en la conversación, la envidia; en la administración la avaricia; en la corrección el ímpetu de ira; en el mandato el orgullo. Si estamos en vela nos impulsa al mal; si dormimos nos infesta con torpes sueños. En fin, que todos los males que se cometen en el mundo derivan de su maldad” San Agustín, Psalmus 130-5 Apud. 

El pecado es una derrota, sus consecuencias son catastróficas para la eternidad, sencillamente representa la perdida del sentido de nuestra existencia; por ello, queridos hermanos, requerimos la meditación frecuente de las verdades eternas, la ilustración de la lectura espiritual, la recepción de los sacramentos, orden de vida, la devoción a la bendita Madre de Dios, la revisión de nuestro examen de conciencia; en síntesis, una vida católica. 

Roguemos a la augusta Madre de Dios, se digne concedernos las gracias necesarias, apartarnos del pecado mortal, fortalecer nuestra voluntad, para perseverar en su santo servicio hasta el fin de nuestra vida. 


Dios te bendiga.


 

Comentarios
* No se publicará la dirección de correo electrónico en el sitio web.