20 May
20May

Queridos hermanos en nuestro Señor Jesucristo, no nos desgastemos en las diatribas personales, en atender a lo que se dice de nosotros, en defendernos de las maledicencias o infundios proferidos contra nosotros. 

"No esté tu paz en la boca de los hombres; pues si pensaren de ti bien o mal, no serás por eso hombre diferente. ¿Dónde está la verdadera paz y la verdadera gloria sino en Mí? Y el que no desea contentar a los hombres, ni teme desagradarlos, gozará de mucha paz. Del desordenado amor y vano temor nace todo desasosiego del corazón y la distracción de los sentidos." Imitación de Cristo, III, XXVIII, 2. 

Dejar que las obras hablen por nosotros, concentrarnos en la reforma de costumbres, en agradar a Dios nuestro Señor que ve lo más profundo de los corazones, de lo demás, a su tiempo la Divina Providencia se encargara. 

Sírvanos las maledicencias para practicar la santa virtud de la humildad, de la paciencia,  para mortificar nuestro amor propio, para reparar, en cierto sentido, las ocasiones en que hemos hecho actos semejantes con nuestro prójimo.

"No eres más santo porque te alaben, ni más vil porque te desprecien. Lo que eres, eso eres; y por más que te estimen los hombres, no puedes ser ante Dios más grande de lo que eres." Imitación de Cristo II, VI, 3. 

Es complicado hacer depender nuestra autoestima, condición, buen ánimo de lo que se dice de nosotros; es una persona sumamente vulnerable la que depende de lo que digan de él. 

Roguemos a la augusta Madre de Dios, nos alcance las gracias necesarias para nuestra santificación, imploremos el patrocinio de los Santos de nuestra particular devoción, para mejor amar y servir a Dios nuestro Señor. 


Dios te bendiga.



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