22 Apr
22Apr

Queridos hermanos en nuestro Señor Jesucristo, en el mundo que vivimos, en medio de los intereses personales y de grupos, nunca debemos olvidar nuestra relación personal con Dios nuestro Señor, procurar con esmero vivir en gracia de Dios, ser templos vivos de la Santísima Trinidad, llevar el buen olor de Cristo, cumplir con el fin de nuestra estadía en la faz de la tierra, a saber: "El hombre es criado para alabar, hacer reverencia y servir a Dios nuestro Señor y, mediante esto, salvar su alma." San Ignacio de Loyola, 'ejercicios espirituales'.

La encomienda más importante que tenemos, la ocupación principal: es nuestra salvación eterna; en toda vocación, obligaciones de estado, con nuestros talentos particulares, debemos procurar nuestro bien eterno y temporal: "Porque ¿qué aprovecha al hombre si ganare todo el mundo, y perdiere su alma?" San Mateo XVI, 26. 

No perdamos la paz en las cosas transitorias, busquemos agradar a Dios nuestro Señor conforme a su sagrada voluntad, empleémonos en acrecentar los talentos que hemos recibido, en llevar a la cima la vocación recibida, y dejemos al mundo seguir su camino. "No eres más santo porque te alaben, ni más vil porque te desprecien. Lo que eres, eso eres; y por más que te estimen los hombres, no puedes ser ante Dios más grande de lo que eres." Imitación de Cristo II, VI, 3. 

Procuremos con esmero vivir bien, y serán buenos los tiempos, guardemos la santa ley de Dios, observemos los mandamientos de la Iglesia, frecuentemos los sacramentos con pureza de conciencia, tengamos especial devoción a la santa Misa, a la augusta Madre de Dios, invoquemos con frecuencia a los bienaventurados, y en esa medida, morará en nosotros el espíritu de Dios. 

“Vivamos bien, y serán buenos los tiempos. Los tiempos somos nosotros; como somos nosotros, así son los tiempos.” San Agustín, sermón LXXX. 

Pidamos el patrocinio de la santísima Virgen María, en favor de nuestras necesidades temporales y eternas, cobremos devoción especial al santísimo Sacramento del Altar, cumplamos con nuestras obligaciones de estado, y alimentemos nuestro intelecto con la meditación frecuente de las verdades eternas.

"De nuevo, pues, y solemnemente afirmamos cuán grande es la esperanza que Nos ponemos en el santo Rosario para curar los males que afligen a nuestro tiempo. No es con la fuerza, ni con las armas, ni con la potencia humana, sino con el auxilio divino obtenido por medio de la oración -cuál David con su honda- como la Iglesia se presenta impávida ante el enemigo infernal". SS Papa Pío XII, Encíclica: 'Ingruentium malorum', No. 6, 15 de septiembre de 1951. 


Dios te bendiga.



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