10 Jan
10Jan

Queridos hermanos en Nuestro Señor Jesucristo, es necesario aprender a vivir en el mundo para bien y provecho de nuestra salvación eterna, aprovecharnos del mundo para el fin de nuestra existencia: El hombre es criado para alabar, hacer reverencia y servir a Dios Nuestro Señor y, mediante esto, salvar su alma. 

El cuidado que debemos tener estriba en: ¿Cómo vivimos en el mundo?, ¿Cómo nos aprovechamos del mundo para nuestra salvación eterna?, ¿Cómo usamos de las cosas del mundo?

Vivir de pie, como soldados combatientes, con alegría de esperar la recompensa eterna, para lo cual debemos meditar la sentencia de San Ignacio de Loyola: Las cosas de éste mundo fueron dadas al hombre para que le ayuden a conseguir su fin, que de ellas tanto debemos usar cuanto sirven al fin, y tanto dejar o quitar cuanto nos impide. 

Debemos usar de las cosas que están a nuestro alcance en el mundo, tanto cuanto nos ayuden a nuestra eterna salvación: Las cosas se deben medir por cuanto le ayuden o estorben a la consecución de su último fin.

Desde luego, una cosa es entenderlo y otra vivirlo, para practicar estos principios en una vida cristiana requiere de la meditación frecuente de las verdades eternas, de la oración diaria, de la frecuencia de los sacramentos, y de una verdadera devoción a la Santísima Virgen María; lo cual se logrará con paciencia, humildad y perseverancia en el conocimiento de nosotros mismos y de la grandeza de Dios Nuestro Señor. 

Perseverar queridos hermanos, recordemos que tenemos la promesa de Nuestro Señor Jesucristo que pide por su Iglesia al Padre Eterno: No te pido que los saques del mundo, sino que los preserves del mal. 

La santificación de nuestra alma requiere mucho trabajo; no desanimarnos a la vista de nuestras caídas, errores y fracasos; enmendar nuestras faltas para emprender con más cuidado el camino de nuestra santificación, enriquecernos en bienes eternos: Atesorad más bien para vosotros tesoros en el cielo, donde no hay orín ni polilla que los consuman, ni tampoco ladrones que los desentierren y roben.

Meditar las palabras de Nuestro Señor Jesucristo: No te pido que los saques del mundo, sino que los preserves del mal.



Dios te bendiga.



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