26 Feb
26Feb

Queridos hermanos en nuestro Señor Jesucristo, hemos sido creados para vivir eternamente, la muerte es solo la separación del alma del cuerpo, para enfrentar un juicio y recibir una sentencia irrevocable, eterna. 

¿Qué son los días de nuestra vida en la tierra, en comparación con la eternidad?... Podemos merecer la eterna bienaventuranza por los días presentes, o recibir la sentencia de condenación por nuestra vida mortal, ¡es la eternidad la que depende de nosotros! "¿Qué aprovecha al hombre si ganare todo el mundo, y perdiere su alma?" San Mateo XVI, 26. 

No cometamos el error de obcecarnos en las preocupaciones de la presente vida, recordemos que debemos morir, tener un juicio donde están las puertas del cielo o del infierno. Todo depende de nuestras obras y del estado de nuestra alma en el momento de la muerte. 

Nuestra patria es el paraíso, las aspiraciones más profundas de nuestro ser, se verán consumadas en la eterna bienaventuranza. 

Por esto, vale la pena cumplir los mandamientos de la ley de Dios nuestro Señor, frecuentar los sacramentos con pureza de intención,  consagrarse a la bienaventurada Virgen María, implorar la intercesión de los Santos, dedicar un tiempo a la meditación de las verdades eternas, hacer oración, tener lectura espiritual, en fin, llevar una vida cristiana conforme a nuestras condiciones particulares.

Las preocupaciones y las ocupaciones del mundo son tan absorbentes, que si no vivimos conforme a nuestra fe, perdemos el rumbo a la eternidad, abandonando la vida cristiana, y no por maldad intrínseca, sencillamente por descuido, por una vida disipada, por un espíritu trivial, que las consecuencias pueden ser desastrosas para nuestra salud espiritual.

"En todo pecado, el hombre se deja influenciar por el seductor original. Todo pecador, al pecar, se pone del lado de los enemigos de Dios, siendo el diablo el primero de ellos. El pecador se somete al diablo cuando deja de obedecer a Dios. El hombre no puede salir de la siguiente alternativa: o se somete a Dios o queda sometido al diablo". Michael Schmaus, Teología Dogmática, tomo II, § 124, página 274. 

Procuremos obtener la verdadera devoción a la Santísima Virgen María, señal de salvación eterna, para lo cual, es de gran utilidad, estudiar el libro de san Luis María G. de Montfort: 'Tratado de la verdadera devoción', para instruirnos, entender y practicar esta devoción fundamental para nuestra salvación eterna. 

Roguemos a la augusta Madre de Dios, nos conceda una verdadera devoción, la perseverancia final, y la salvación eterna en el cumplimiento de nuestra misión particular. 

"Tan dueña es María de los bienes de Dios, que da a quien quiere, cuanto quiere y como quiere todas las gracias de Dios, todas las virtudes de Jesucristo y todos los dones del Espíritu Santo, todos los bienes de la naturaleza, de la gracia y de la gloria." San Luis María G. de Montfort, "El amor de la sabiduría eterna", capítulo XVII, No. 207. 


Dios te bendiga. 



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