10 Oct
10Oct

Queridos hermanos en nuestro Señor Jesucristo, la muerte no es el final, es simplemente la separación del alma del cuerpo, donde seremos juzgados por nuestras obras en la presencia de Dios, recibiremos la sentencia final, y comienza la vida eterna, sea felizmente en el cielo o desgraciadamente en el infierno. 

"Inmediatamente después de la muerte tiene lugar el juicio particular en el cual el fallo divino decide la suerte eterna de los que han fallecido (sentencia próxima a la fe)." Ludwig Ott, manual de teología dogmática, página 697. 

Teniendo presente estas verdades de nuestra fe católica, nos encontramos en el tiempo de merecer, de trabajar por nuestra salvación, de atestiguar nuestra fe con obras en estado de gracia, de prepararnos en nuestro día a día para la vida eterna, donde el pecado mortal es el único óbice que nos puede apartar de la eterna bienaventuranza. 

"Con la llegada de la muerte cesa el tiempo de merecer y desmerecer y la posibilidad de convertirse (sentencia cierta)." Ludwig Ott, manual de teología dogmática, página 695.

Entonces, debemos despertar de la somnolencia espiritual, de vivir el principio y fundamento conforme al sentir de san Ignacio de Loyola, de no apartarnos de la caridad de Cristo, pues no sabemos ni el día, ni la hora en que hemos de morir, solo sabemos que en la presente vida nos va el cielo o el infierno eterno, que de nuestras obras y estado de vida depende la eternidad. 

"La felicidad del cielo dura por toda la eternidad (de fe)." Ludwig Ott, manual de teología dogmática, página 701. 

"Las penas del infierno duran toda la eternidad (de fe)." Ludwig Ott, manual de teología dogmática, página 705. 

¿Qué debemos hacer?, ¿cómo debemos vivir conociendo estas verdades de nuestra fe católica?... Contemplando la eternidad podemos apreciar la caducidad de los bienes materiales de la presente vida, lo efímero de la honra, lo breve y perecedero de la gloria humana, ¿qué son cien años comparados con la eternidad?... 

Tengamos como premisa vivir en gracia de Dios, trabajando cada día por nuestra santificación y por la de nuestros hermanos, para lo cual es de grandísima utilidad la devoción a la Madre de Dios, la devoción de los primeros viernes de mes en honor del sagrado Corazón de Jesús, la frecuencia de los sacramentos, la meditación de las verdades eternas, la instrucción religiosa; en síntesis: la vida católica. 

Roguemos a la augusta Madre de Dios, se digne bendecirnos con su amorosa protección, nos libre de los peligros del pecado, nos aparta de la corrupción del mundo, nos preserve de la concupiscencia, y nos conduzca a la eterna bienaventuranza. 


Dios te bendiga.



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