08 Aug
08Aug

Queridos hermanos en nuestro Señor Jesucristo, a pesar de los errores y descalabros en que podamos haber tropezado en la vida espiritual, siempre debemos emprender el vuelo hacia la eterna bienaventuranza, corregir nuestros hierros, reparar, arrepentirnos de corazón, recurrir al sacramento de la penitencia, y redireccionar nuestra vida con el fundamento de la santa virtud de la humildad, con la experiencia, con el firme propósito de enmendar nuestro caminar.  

"Cuando tu corazón caiga, levántalo suavemente, humillándote mucho en la presencia de Dios con el conocimiento de tu miseria, sin asombrarte de tu caída, pues no es de admirar que la enfermedad sea enferma, la flaqueza sea flaca y la miseria miserable. Pero detesta con todo tu corazón la ofensa que has hecho a Dios, y lleno de valor y confianza en su misericordia, vuelve a emprender el camino de la virtud que habías abandonado." San Francisco de Sales, introducción a la vida devota; José Tissot, el arte de aprovechar nuestras faltas, capítulo I, página 18.

Algunas almas, cuando se percatan de sus errores y desaciertos, se desalientan, consideran que la vida espiritual no es para ellas, abandonando el camino de su salud espiritual, concibiendo que las almas que se entregan al servicio de Dios nuestro Señor deben estar exentas de errores o faltas, desconociendo la fragilidad humana, y desconfiando en cierto modo, de las futuras gracias que la Providencia ha de conceder. 

"Mas cuando creció el pecado, sobrepujó la gracia. Para que como reinó el pecado para muerte: así también reine la gracia por justicia para vida eterna por Jesucristo nuestro Señor." Romanos V, 20.

Dios en su infinita sabiduría sabe sacar bienes aún de los mismos males, e incluso, algunas veces, permite los males para provecho nuestro, para probar a las almas, para purificarlas y desapegarlas de las criaturas, como leemos en la historia del santo Job, que fue probado y purificado en la tribulación. 

Por supuesto, queridos hermanos, que no debemos justificar nuestros errores, pues siempre tenemos la libertad y la gracia para sobreponernos a la tentación; así como tampoco es válido entregarnos al pecado cuando nos hemos cansado del camino de la virtud, estaríamos abusando de la misericordia de Dios nuestro Señor, desgarrando nuestra conciencia, entorpeciendo nuestra inteligencia, y envileciendo nuestra voluntad. 

Debemos permanecer firmes y valerosos en la custodia de la gracia que se nos ha concedido, pues el pecado siempre es una derrota, que regularmente deja heridas en el alma, por tanto, mantengámonos firmes en la fe, sabedores que siempre contaremos con las gracias necesarias para sobreponernos a la tentación.

"Y para que la grandeza de las revelaciones no me ensalce, me ha sido dado un aguijón de mi carne, el ángel de Satanás, que me abofetee. Y por esto rogué al Señor tres veces, para que se apartase de mí: y me dijo: te basta mi gracia: porque la virtud se perfecciona en la enfermedad." II Corintios XII, 7. 

Roguemos a la augusta Madre de Dios, se digne mantenernos firmes en la gracia, combatir varonilmente por nuestra salvación eterna, preservarnos de la corrupción del pecado, y conducirnos hasta entrar en la gloria eterna. 


Dios te bendiga.



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