24 May
24May

Queridos hermanos en nuestro Señor Jesucristo, la presencia del pecado mortal en nuestra vida es una señal de muerte, es una gran ofensa a Dios, nos entorpece el entendimiento y frustra nuestra vida espiritual. "El estipendio y paga del pecado, es la muerte." Romanos VI, 23. 

Poco a poco el alma se va descuidando, apartándose de los sacramentos, inficionando a las cosas del mundo, rodeándose de personas que no aspiran a la perfección espiritual, hasta encallar en el estado habitual de pecado mortal; es un proceso lento, pero que forma costumbres muy fuertes, difíciles de romper por solo las fuerzas naturales. 

Nunca es tarde para reconstruir nuestra vida, para iniciar la reforma de costumbres, para llevar el buen olor de Cristo, para vivir la libertad de los hijos de Dios, pero se requiere tener mucha paciencia, perseverancia, el auxilio de los sacramentos, y la asistencia de un director espiritual que nos auxilie en nuestro caminar.

"Por tanto, hermanos, somos deudores no a la carne, para que vivamos según la carne. Porque si vivieres según la carne, moriréis: mas si por el espíritu hiciereis morir los hechos de la carne, viviréis. Porque todos los que son movidos por el espíritu de Dios, los tales son hijos de Dios." Romanos VII, 12. 

Independientemente de la historia de cada alma, de sus hechos, errores, circunstancias particulares que le hayan accidentado su vida espiritual, debe emprender su camino a la eterna bienaventuranza por la vida habitual en gracia de Dios, y si ya se encuentra gozando de la libertad de los hijos de Dios, evitar caer en la mediocridad espiritual que impide su avance y consolidación. 

"Y asimismo el Espíritu ayuda también a nuestra flaqueza, porque no sabemos lo que hemos de pedir, como conviene, mas el mismo Espíritu pide por nosotros con gemidos inexplicables. Y el que escudriña los corazones, sabe lo que desea el Espíritu, porque él según Dios pide por los Santos." Romanos VII, 26.  

Requerimos aceptarnos, perdonarnos, reparar lo que sea reparable, y mover nuestra voluntad hacia adelante, tener una determinada determinación, conscientes de que en ese caminar pueden presentarse caídas y recaídas, nuevos errores, y por supuesto, muchas dificultades; pero la pregunta es muy sencilla: ¿queremos cambiar?, ¿estamos dispuestos a pagar el precio?... Pues adelante, contamos con la ayuda de Dios, con la Bienaventurada Virgen María, la comunión de los Santos, el auxilio de los Sacramentos, y con un gran bagaje de recursos espirituales y materiales.

"Reveló la misma Virgen María a santa Brígida, que no había en el mundo pecador tan enemigo de Dios, el cual si acudía a Ella e invocaba su auxilio, no volviese a recobrar de Dios la gracia." San Alfonso María de Ligorio, 'Las glorias de María', capítulo III, § 2º, página 114. 


Dios te bendiga.



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