05 Sep
05Sep

Queridos hermanos en nuestro Señor Jesucristo, la mayoría de las almas se desaniman ante sus propias debilidades, se conforman con una medianía, lo cual va formando el grupo bastante numeroso de las almas rezagadas, que han dejado de luchar por su adelantamiento espiritual, pasando los días de la vida ocupados en sus quehaceres cotidianos. 

Es de entenderse, porque hay pocos ejemplos de virtud, pocas veces se nos ha enseñado el camino de la perfección, por ingenuidad en otros casos; lo cierto es que podemos adelantar en la vida espiritual, sea cual sea nuestra situación actual, con el camino que hallamos recorrido se puede ir de bien en mejor. 

"Vanidad es desear larga vida, y no cuidar que sea buena. Vanidad es mirar solamente a esta presente vida, y no proveer a lo venidero. Vanidad es amar lo que tan presto se pasa, y no buscar con solicitud el gozo perdurable". Imitación de Cristo, I, I, 4.

Los autores espirituales nos enseñan tres etapas de la vida espiritual, las cuales podemos resumir sucintamente de la manera siguiente:

Lo primero es abandonar el pecado mortal, vivir en gracia de Dios de manera habitual, purificar el alma, lo cual corresponde a la etapa purgativa, donde las mortificaciones hacen evitar el pecado, predomina la oración vocal, se tiene más confianza en su propia actividad, paulatinamente se va ordenando el alma y llevando una oración afectiva más simplificada. 

En la segunda etapa, que corresponde a la vía iluminativa, de los avanzados, comienzan a manifestarse los dones del Espíritu Santo, la práctica de la virtud, el alma es más dócil y aprovecha mejor las inspiraciones interiores, comienza de ordinario la oración contemplativa, hay mayor recogimiento, mayor quietud, la intimidad personal se convierte en conversación con Dios nuestro Señor. 

La tercera etapa es la vía unitiva, donde hay mayor grado de caridad, gran mansedumbre y profunda humildad, ve todas las cosas desde Dios, puede en ocasiones hacer grandes empresas espirituales a pesar de los obstáculos y fracasos, se abandona a la voluntad de Dios, el alma está en mayor perfección por la práctica de las virtudes. 

¿En qué etapa nos encontramos?... Por lo regular en la vía purgativa, donde se lucha contra el pecado mortal, por vivir en gracia de Dios, pero es aquí, donde muchas almas se quedan estancadas, aunque tengan elementos para adelantar en la perfección espiritual, algunas veces por desconocer la vida espiritual, por falta de maestros, por ausencia de ejemplos, por los errores y fracasos personales que les han quitado la seguridad, la confianza, la ilusión.

"Cuando tu corazón caiga, levántalo suavemente, humillándote mucho en la presencia de Dios con el conocimiento de tu miseria, sin asombrarte de tu caída, pues no es de admirar que la enfermedad sea enferma, la flaqueza sea flaca y la miseria miserable. Pero detesta con todo tu corazón la ofensa que has hecho a Dios, y lleno de valor y confianza en su misericordia, vuelve a emprender el camino de la virtud que habías abandonado." San Francisco de Sales, introducción a la vida devota; José Tissot, el arte de aprovechar nuestras faltas, capítulo I, página 18.

Tomados de la mano con Jesús, podemos reiniciar nuestro caminar, a un paso que podamos sostener, sin tratar de competir o compararnos con nuestros compañeros de vida, con tranquilidad y sosiego podemos hacer nuestro plan de vida, con objetivos realistas, lo cual implica, reforma de costumbres, frecuencia de Sacramentos, lectura espiritual, devoción a la Madre de Dios, invocación frecuente de los bienaventurados; en síntesis, cristianizar nuestro entorno, hacer condiciones católicas, para poder llevar una vida de fe acomodada a nuestro estado y condición. 

Por supuesto que implica un gran esfuerzo, sobre todo perseverancia, para levantarse de los fracasos a que todos estamos expuestos, para sostenernos a las variaciones de los sentimientos y estados de ánimo, a las sugestiones del demonio, a los posibles errores, pecados, y defectos de la vida ordinaria. 

“Vivamos bien, y serán buenos los tiempos. Los tiempos somos nosotros; como somos nosotros, así son los tiempos.” San Agustín, sermón LXXX.

Roguemos a la augusta Madre de Dios, nos conceda las gracias sobreabundantes para llevar nuestra vida espiritual, para acrecentar nuestros dones y talentos, para hacer bien a las almas y alcanzar la bienaventuranza eterna. 


Dios te bendiga.


  



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