30 Aug
30Aug

Queridos hermanos en nuestro Señor Jesucristo, somos un compuesto de un alma espiritual, y de un cuerpo material, lo cual nos constituye como persona humana, con un temperamento, dones, talentos, debilidades, e inclinaciones particulares; unido a la cruz y a las gracias con las cuales nos debemos santificar. 

Independientemente de nuestra situación particular, debemos abrazar la cruz de nuestro día a día, viendo no los errores humanos, malicia o bondad de nuestros semejantes, sino la permisión de Dios nuestro Señor, mediante la cual nos podemos inmolar, profundizar en el conocimiento de nosotros mismos, en la bondad de nuestro Dios, practicar la santa virtud de la humildad, aumentar nuestra fe y confianza en nuestro divino Redentor. 

¿Para qué hemos nacido? En definitiva, para amar y servir a Dios nuestro Señor como Él quiere ser amado, pero hagámoslo bien, con determinada determinación, con energía, con entrega, compromiso, buscando en todo que se haga la voluntad de Dios en nuestra vida.   

"Luego mi fin no son precisamente las riquezas, los honores, las delicias; representar un papel brillante en el mundo, lucir, gozar, sino principalmente y ante todo servir a Dios; y servirle, no a mi antojo y capricho, sino como Él quiere que le sirva." San Ignacio de Loyola, ejercicios espirituales. 

"Sano o enfermo, rico o pobre, sabio o ignorante, honrado o despreciado, con este o con aquel genio, con muchos o pocos dotes, aptitudes y talentos, puedo alabar, hacer reverencia y servir a Dios." San Ignacio de Loyola, ejercicios espirituales. 

Es importante dejar de pensar tanto en nosotros, y en nuestros intereses, para abrazar la voluntad de Dios, y en ella santificarnos, en las cruces que la Providencia permita, sea que vengan de errores personales, de malicia de los hombres, o de cualquier circunstancia, es necesario recordar que es un medio para acercarnos a Dios, para santificarnos, para purificarnos. 

No cometamos el error de buscar culpables, de responsabilizar al universo mundo de nuestros desaciertos, debemos servirnos de cuantas cosas tenemos a nuestro alcance para nuestra santificación, así solo sean enfermedades, pobreza, desolación e infortunio, convertirlos en otros tantos medios de cumplir con el motivo de nuestra estadía en la tierra; es necesario doblegar nuestra voluntad, porque muchas veces queremos amar a Dios conforme nuestro querer, a nuestro gusto, en las condiciones que consideremos mejores, y eso, sencillamente puede caer en la utopía. 

"Las cosas de este mundo fueron dadas al hombre para que le ayuden a conseguir su fin, que de ellas tanto debemos usar cuanto sirven al fin, y tanto dejar o quitar cuanto nos impiden." San Ignacio de Loyola, ejercicios espirituales. 

Roguemos a la augusta Madre de Dios, se digne bendecirnos, fortalecernos en nuestra situación particular, para amar y servir a Dios nuestro Señor en las condiciones particulares de vida que tengamos. 


Dios te bendiga.



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