25 May
25May

Queridos hermanos en nuestro Señor Jesucristo, la vida es para aprovecharla en bien de nuestra santificación, para dar fruto de nuestros dones y talentos que hemos recibido de la Divina Providencia, ¿cómo aprovechamos el tiempo para nuestra vida espiritual?... ¿Qué hacemos con nuestros dones y talentos?... 

"Sano o enfermo, rico o pobre, sabio o ignorante, honrado o despreciado, con éste o con aquél genio, con muchos o pocos dones, aptitudes y talentos, puedo alabar, hacer reverencia y servir a Dios" San Ignacio de Loyola, ejercicios espirituales. 

Las ocupaciones difícilmente se van a terminar, los compromisos y exigencias de nuestro entorno normalmente son demandantes, ¿y la eternidad?, ¿cuándo atenderemos al fin de nuestra existencia?...

Ánimo, queridos hermanos, según sea nuestra vida, serán los tiempos que nos han tocado vivir, hagamos la diferencia en nuestras circunstancias y condiciones particulares, ¿hoy que hacemos por nuestra salvación eterna?... ¿Hoy qué hacemos por amor a nosotros?... 

“Vivamos bien, y serán buenos los tiempos. Los tiempos somos nosotros; como somos nosotros, así son los tiempos.” San Agustín, sermón LXXX. 

Procuremos, queridos hermanos, hacer buenas confesiones, asistir a la santa Misa, comulgar con puridad de conciencia, tener lectura espiritual, meditación de las verdades eternas, examinar nuestra conciencia, hacer un plan de vida para la reforma de costumbres, y por supuesto, cumplamos con nuestras obligaciones de estado; en síntesis: vivamos bien, y serán buenos los tiempos.

Imploremos el patrocinio de la augusta Madre de Dios, pidamos nos alcance las gracias necesarias para vivir bien, para perseverar en nuestros santos propósitos; pongamos nuestra capacidad al servicio de nuestro bien eterno y temporal. 

"Esta Madre de misericordia es sumamente benigna, sumamente dulce, no solo para con los justos, sino también para con los pecadores desesperados. Por lo cual al ver que estos acuden a Ella, y al oír que buscan de corazón su ayuda, acude luego a su socorro, les acoge y les alcanza el perdón de su Hijo:" San Alfonso María de Ligorio, 'Las glorias de María', capítulo III, § 2º, página 111. 


Dios te bendiga.



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