23 Aug
23Aug

Queridos hermanos en nuestro Señor Jesucristo, el ser humano ineludiblemente tiene un fin nobilísimo, es creado por Dios con un alma que subsiste después de la muerte, que conforme a su libre albedrío ha de merecer el cielo o el infierno eterno; luego entonces, independientemente de su vocación, dones, talentos, circunstancias particulares, debe amar y servir a Dios nuestro Señor mediante el cumplimiento de sus mandamientos, para alcanzar la bienaventuranza eterna.

"El hombre es criado para alabar, hacer reverencia y servir a Dios nuestro Señor y, mediante esto, salvar su alma." San Ignacio de Loyola, ejercicios espirituales. 

Este es el fundamento de nuestra vida, en el cual debemos desarrollarnos, buscar las mejores oportunidades, fortalecer nuestra fe católica para ilustrar nuestra razón y tomar las mejores decisiones para nuestra vida, en suma, despertar de la rutina ordinaria. 

Por supuesto que debemos estudiar, trabajar, cumplir con nuestras obligaciones de estado, ganarnos el pan de cada día con el sudor de nuestra frente, pero no perder de vista nuestra eterna salvación, el motivo de nuestra estadía en la tierra, porque en ello nos va la eternidad: ¡nos espera el reino de los cielos!

Para impregnarnos con estas verdades se requiere conocer la fe, la meditación de las verdades eternas, la fortaleza que nos proporcionan los Sacramentos, el alivio que nos brinda la devoción a la Madre de Dios; en síntesis, es fruto de una vida católica, llevada juntamente con el cumplimiento de nuestras obligaciones, y con el desarrollo de nuestros talentos. 

"Por tanto, hermanos míos, sed muy solícitos para hacer cierta vuestra vocación y elección por las buenas obras: porque haciendo esto, no pecaréis jamás. Porque así os será dada largamente la entrada en el reino de nuestro Señor, y Salvador Jesucristo." II San Pedro I, 10.   

Uno de los óbices es abandonar los medios de salvación eterna, pretender que el tiempo nos abra las puertas del Reino, el abuso de la infinita misericordia de Dios nuestro Señor, no corresponder con nuestra libre voluntad a la gracia. Algo tenemos que hacer, y una cosa es fundamental: conocer la fe, para poder creer, y obrar en consecuencia.

"La simiente es la palabra de Dios. Y los que junto al camino, son aquellos que la oyen: mas luego viene el diablo, y quita la palabra del corazón de ellos, porque no se salven creyendo. Mas los que sobre la piedra: son los que reciben con gozo la palabra, cuando la oyeron: y estos no tienen raíces: porque a tiempo creer, y en el tiempo de la tentación vuelven atrás. Y la que cayó entre espinas: estos son, los que la oyeron, pero después en lo sucesivo quedan ahogados de los afanes, y de las riquezas, y deleites de esta vida, y no llevan fruto. Mas la que cayó en buena tierra: estos son, los que oyendo la palabra con corazón bueno y muy sano la retienen, y llevan fruto en paciencia." San Lucas VIII, 11.  

Roguemos a la augusta Madre de Dios, que haga fructificar en nuestra vida la palabra evangélica y de fruto del ciento por uno por la perseverancia. 


Dios te bendiga.


    

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