04 May
04May

Queridos hermanos en nuestro Señor Jesucristo, es complicado querer agradar a todos los hombres, puesto que hay diversidad de opiniones y algunas opuestas, además de que son cambiantes en sus exigencias o peticiones, por lo cual al que tenemos que amar, servir, y agradar es a Dios nuestro Señor, mediante el cumplimiento de los mandamientos, de nuestras obligaciones de estado, haciendo fructificar los dones y talentos que hemos recibido. 

"No esté tu paz en la boca de los hombres; pues si pensaren de ti bien o mal, no serás por eso hombre diferente. ¿Dónde está la verdadera paz y la verdadera gloria sino en Mí?" Imitación de Cristo III, XXVIII, 2. 

Claro que tenemos que amar a nuestro prójimo por amor a Dios, pero debe ser un amor ordenado, en miras a su salvación eterna, nunca en contra de los mandamientos de la ley de Dios nuestro Señor, porque eso nos expone a nuestra condenación eterna, y así, la caridad nos mueve a corregir con misericordia al que se aparta de la vida en gracia de Dios.

"En todo pecado, el hombre se deja influenciar por el seductor original. Todo pecador, al pecar, se pone del lado de los enemigos de Dios, siendo el diablo el primero de ellos. El pecador se somete al diablo cuando deja de obedecer a Dios. El hombre no puede salir de la siguiente alternativa: o se somete a Dios o queda sometido al diablo". Michael Schmaus, Teología Dogmática, tomo II, § 124, página 274. 

De aquí la importancia de instruirnos en los fundamentos de nuestra religión católica, de conocer a profundidad los mandamientos de la ley de Dios, de estudiar nuestras obligaciones de estado, de tener ideas claras sobre la caridad, y así nuestra fe esté fundada e instruida en razones sólidas y no en sentimientos o ideas vagas. 

Es muy importante vivir en gracia de Dios, entregarnos al retiro espiritual en la medida de nuestras posibilidades, instruirnos en los rudimentos de la fe católica, tener cada día nuestras prácticas de piedad cristiana, una gran devoción a la santa misa y a la santísima Virgen María, dedicar cada día un tiempo para la meditación de las verdades eternas, tener un reglamento de vida, procurar rezar cada día el santo rosario, frecuentar el sacramento de la confesión y la comunión, apartarnos de las ocasiones próximas de pecado, de tal manera que llevemos una vida católica, manifestada en acciones cotidianas que con el paso del tiempo nos fortalezcan y nos hagan merecedores de la bienaventuranza eterna con la gracia de Dios.  

"Bienaventurados los que se alegran de entregarse a Dios, y se desembarazan de todo impedimento del mundo." Imitación de Cristo, III, I, 1.

Este bagaje de costumbres y estilo de vida, le da sentido a nuestra vida, sentido al sufrimiento y contrariedades al que todos estamos expuestos, nos proporciona ideas sólidas para llevar nuestra cruz de cada día con un objetivo claro, inmolarnos como incienso quemado a los pies de nuestro Divino Redentor.  

Roguemos a la augusta Madre de Dios, se digne bendecirnos, amparadnos, y mover nuestra voluntad para reformar nuestra vida a la luz del Evangelio, procurando en todo amar y servir a Dios nuestro Señor. 


Dios te bendiga.


 

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