07 Feb
07Feb

Queridos hermanos en nuestro Señor Jesucristo, cada uno tenemos una cruz que llevar, la cual está integrada por nuestras obligaciones de estado, circunstancias adversas o favorables, contradicciones, penalidades, sufrimientos, alegrías, y por supuesto, la fragilidad humana a la que estamos sujetos por nuestra naturaleza. 

Es una cruz que debemos llevar con buena o mala voluntad, con ganancia espiritual o sin ella, pero es parte de nuestra vida, de la cual debemos sacar provecho; en suma, santificarnos en las circunstancias de cada día. 

"Y decía a todos: Quién en pos de mí quiere venir, niéguese a sí mismo, y tome su cruz de cada día, y sígame." San Lucas IX, 23. 

Es aquí donde tiene sentido la vida cristiana, en vivir en la realidad, y no esperar el mundo ideal para amar y servir a Dios nuestro Señor. 

"Luego mi fin no son precisamente las riquezas, los honores, las delicias; representar un papel brillante en el mundo, lucir, gozar, sino principalmente y ante todo servir a Dios; y servirle, no a mi antojo y capricho, sino como Él quiere que le sirva. Sano o enfermo, rico o pobre, sabio o ignorante, honrado o depreciado, con éste o con aquél genio, con muchos o pocos dotes, aptitudes y talentos, puedo alabar, hacer reverencia y servir a Dios." San Ignacio de Loyola, Ejercicios Espirituales. 

¿Cómo cambiar?, ¿cómo vivir cristianamente?... Primero, entenderlo por medio de la meditación: debemos servir a Dios, y no, servirnos de Dios; segundo, la oración: "Todo se consigue con la oración. La oración es el canal ordinario por el que Dios comunica sus gracias". San Luis María G. de Montfort, 'Amor de la sabiduría eterna' No. 184; tercero, la práctica cotidiana. 

En esto consiste nuestra vida cristiana, el fin de nuestra existencia, la realización como persona, en llevar la cruz que la Providencia tiene para cada uno de nosotros, en nuestras condiciones y obligaciones de estado particulares; en síntesis, vivir cristianamente, no buscando el dolor y la aflicción como fin, sino buscando en todo hacer la voluntad de Dios, porque somos personas con inteligencia, libertad y voluntad; usar nuestros dones y talentos para servir a Dios y mediante esto alcanzar la bienaventuranza eterna. 

Roguemos a la Santísima Virgen María, se digne bendecirnos con una cruz de amor y misericordia, imploremos el auxilio de la augusta Madre de Dios, y tengamos la plena confianza de alcanzar cuantas cosas necesitamos por su intercesión y patrocinio. 


Dios te bendiga.



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