09 Dec
09Dec

Queridos hermanos en nuestro Señor Jesucristo, cada uno de nosotros tenemos obligaciones de estado que cumplir, dificultades que afrontar, afrentas que sobrellevar en alguna etapa de nuestra vida, además del combate espiritual que se vive al interior de nosotros por mantenernos en gracia de Dios; lo cual en ocasiones se vuelve pesado, en otras imposibles de sobrellevar en la apariencia; y la respuesta es que esta vida es solo un paso a la eternidad, la tierra no es nuestro lugar de destino, porque nuestra patria es el paraíso, hemos sido llamados a vivir eternamente en el cielo. 

Por ello es necesario recordar siempre el principio y fundamento, la razón de nuestra estadía en la tierra, el fin nobilísimo para el cual hemos sido creados, la dignidad de ser templos vivos del Espíritu Santo, siendo las contradicciones cotidianas otras tantas oportunidades para hacer méritos en miras a nuestra eterna salvación.

"¿No sabéis que sois templo de Dios y que el Espíritu de Dios habita en vosotros?" Corintios III, 16.

Es fundamental la meditación frecuente de las verdades eternas, la reflexión pausada sobre el fin de nuestra vida, tener en su justa dimensión la gravedad y consecuencias funestas del pecado mortal; para lo cual, se hace necesario conocer la doctrina católica, las enseñanzas de la Iglesia católica, las verdades reveladas por Dios y propuestas por la Iglesia para ser creídas como dogmas de fe.

Tomemos el control de nuestra vida, para no vivir a la aventura, sino conforme a nuestra fe católica, determinarnos a buscar con ahínco nuestra salud espiritual, porque muchas veces nos enfrascamos tanto en las cosas transitorias que nos olvidamos de las eternas, perdiendo mucho tiempo en cuestiones tal vez importantes para el día a día, pero no de la magnitud de nuestra eterna salvación.

"Bienaventurados los que se alegran de entregarse a Dios, y se desembarazan de todo impedimento del mundo." Imitación de Cristo, III, I, 1.

Llega el momento donde debemos dirigir nuestra vida, salir de la somnolencia espiritual, para ocuparnos en frecuentar los sacramentos, en tener examen de conciencia, lectura espiritual, recurrir a los sacramentales, adquirir la verdadera devoción a la santísima Virgen María; en síntesis, vivir de tal manera, que en el momento que seamos llamados podamos encontrarnos preparados para la eternidad.

“Vivamos bien, y serán buenos los tiempos. Los tiempos somos nosotros; como somos nosotros, así son los tiempos.” San Agustín, sermón LXXX.

Roguemos a la augusta Madre de Dios, mueva nuestra voluntad a buscar las mansiones eternas, alumbre nuestro entendimiento para conocer las verdades de fe, y nos conceda la perseverancia final. 


Dios te bendiga.



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