31 Mar
31Mar

Queridos hermanos en nuestro Señor Jesucristo, el pecado mortal es el mayor daño que puede sufrir nuestra alma, nos priva de la presencia de Dios, nos pone en grave peligro de condenación eterna, perdemos todos los méritos para la eternidad, en suma, el pecado mortal nos hace desgraciados.

"En todo pecado, el hombre se deja influenciar por el seductor original. Todo pecador, al pecar, se pone del lado de los enemigos de Dios, siendo el diablo el primero de ellos. El pecador se somete al diablo cuando deja de obedecer a Dios. El hombre no puede salir de la siguiente alternativa: o se somete a Dios o queda sometido al diablo". Michael Schmaus, 'Teología Dogmática', tomo II, § 124, página 274. 

Por esto debemos perdonar de corazón, vivir en caridad, sobrellevar las flaquezas de los demás, recurrir a la oración con frecuencia, fortalecernos con los sacramentos, tener devoción especial a la santa Misa, invocar asiduamente a la augusta Madre de Dios, implorar a los Santos, dedicar un tiempo a la meditación y a la lectura espiritual, en síntesis, llevar el buen olor de Cristo en nuestras vidas. 

El infierno comienza en esta vida cuando nos sometemos al diablo por las cadenas del pecado mortal, nos aparta del sentido y fin de nuestra existencia, nos conduce a la muerte eterna:  

  • "Y no temáis a los que matan el cuerpo, y no pueden matar el alma: temed antes al que puede echar el alma y el cuerpo en el infierno." San Mateo X, 28.

  • "Porque ¿qué aprovecha al hombre si ganare todo el mundo, y perdiere su alma?" San Mateo XVI, 26. 

  • "El estipendio y paga del pecado, es la muerte." Romanos VI, 23. 


Atendamos a nuestra salud espiritual, cuidemos de vivir en gracia de Dios, nunca olvidemos el fin de nuestra existencia; en el estado de vida que tengamos, en las circunstancias particulares de nuestra estadía en la tierra, procuremos vivir en gracia de Dios: “Vivamos bien, y serán buenos los tiempos. Los tiempos somos nosotros; como somos nosotros, así son los tiempos.” San Agustín, sermón LXXX. 

Recurramos con frecuencia a la santísima Virgen María, imploremos su auxilio, amparo y protección, fijemos nuestra meta en alcanzar la vida eterna con el auxilio que nos brinda la santa Iglesia Católica.

"Reveló la misma Virgen María a santa Brígida, que no había en el mundo pecador tan enemigo de Dios, el cual si acudía a Ella e invocaba su auxilio, no volviese a recobrar de Dios la gracia." San Alfonso María de Ligorio, 'Las glorias de María', capítulo III, § 2º, página 114. 


Dios te bendiga.



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