14 Jan
14Jan

Queridos hermanos en nuestro Señor Jesucristo, una de las cosas más importantes en nuestra estadía en la tierra, es aprender a vivir para la eternidad, saber utilizar las cosas a nuestro alcance para merecer el paraíso, servirnos del mundo para nuestra eterna bienaventuranza; para lo cual requerimos estar bautizados, tener la fe revelada por Dios, guardar los mandamientos, cumplir nuestras obligaciones de estado, y vivir en estado de gracia. 

Podemos extraviar con facilidad nuestro camino a la eternidad, siguiendo las consignas del mundo, los apetitos desordenados de la carne, y las sugestiones del demonio; contra lo cual debemos precavernos con la sagrada revelación, con las enseñanzas de la santa Iglesia, con el ejemplo de los bienaventurados, con la frecuencia de los sacramentos, y por supuesto con la gracia de Dios. 

"Las cosas de este mundo fueron dadas al hombre para que le ayuden a conseguir su fin, que de ellas tanto debemos usar cuanto sirven al fin, y tanto dejar o quitar cuanto nos impiden." San Ignacio de Loyola, ejercicios espirituales. 

Luego nuestro fin en la tierra no es satisfacer nuestros deseos, atender a las exigencias de la concupiscencia, agradar a los demás, sino ante todo servir a Dios nuestro Señor mediante el cumplimiento de los mandamientos, sosteniendo la fe revelada por nuestro Señor Jesucristo, cumpliendo nuestras obligaciones de estado. 

"Luego mi fin no son precisamente las riquezas, los honores, las delicias; representar un papel brillante en el mundo, lucir, gozar, sino principalmente y ante  todo servir a Dios; y servirle, no a mi antojo y capricho, sino como Él quiere que le sirva." San Ignacio de Loyola, ejercicios espirituales. 

Es fácil extraviar el camino a la eternidad, dedicarse a satisfacer los deseos de la concupiscencia, ocuparse en atender a los caprichos de los hombres, olvidando de esta manera el fin nobilísimo para el cual hemos sido creados, para vivir eternamente en el cielo; para lo cual debemos aprovechar y servirnos de las cosas del mundo, de nuestros oficios, de las circunstancias de cada una de nuestra vida, para mediante ello merecer el reino de los cielos. 

Para lo cual, es de bastante ayuda la meditación sobre el principio y fundamento que nos enseña san Ignacio de Loyola, recordar con frecuencia el fin para el cual hemos sido creados, traer a la memoria las verdades eternas, estudiar la doctrina revelada por Dios y propuesta por la Iglesia para ser creídas como dogmas de fe, aprovechar la prosperidad y la adversidad para agradar a Dios nuestro Señor. 

"Sano o enfermo, rico o pobre, sabio o ignorante, honrado o despreciado, con este o con aquel genio, con muchos o pocos dotes, aptitudes y talentos, puedo alabar, hacer reverencia y servir a Dios." San Ignacio de Loyola, ejercicios espirituales. 

Roguemos a la augusta Madre de Dios, se digne despertar en nosotros el deseo de agradar a nuestro Señor, aprovechar las gracias para merecer el reino, y nos sirvamos de cuantas cosas acontecen en nuestra vida para alcanzar la bienaventuranza eterna. 


Dios te bendiga.


 

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