29 May
29May

Queridos hermanos en nuestro Señor Jesucristo, la grandeza del hombre que vive unido a Dios por la gracia, es que su alma viene a ser morada de la Santísima Trinidad, templo vivo del Espíritu Santo, siendo sus obras ordinarias merecedoras de la eternidad; cuanto aprecio y estima debemos tener a la vida en gracia de Dios, al tiempo que debemos precavernos de los graves males que trae a nuestra alma el pecado mortal, que nos aparta de nuestro bien eterno. 

"Jesús respondió, y le dijo: si alguno me ama, guardará mi palabra, y mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos morada en él." San Juan XIV, 23.

Tomemos conciencia, meditemos, a qué grado llega la misericordia y amor de Dios nuestro Señor, que viene a morar en nuestra alma por la gracia, de donde se infiere la gravedad del pecado mortal que nos despoja de la vida sobrenatural, que nos expone a la condenación eterna, además de esclavizarnos al pecado en que se reincide. 

"En todo pecado, el hombre se deja influenciar por el seductor original. Todo pecador, al pecar, se pone del lado de los enemigos de Dios, siendo el diablo el primero de ellos. El pecador se somete al diablo cuando deja de obedecer a Dios. El hombre no puede salir de la siguiente alternativa: o se somete a Dios o queda sometido al diablo". Michael Schmaus, Teología Dogmática, tomo II, § 124, página 274. 

Por esta razón, debemos esforzarnos en fortalecernos en la gracia, defendernos con el escudo de Dios, para poder rechazar contra las embestidas del mundo, del demonio, y de la carne, que juntos hacen alianza para buscar nuestra condenación eterna; de donde podemos inferir, la necesidad que tenemos de acudir a la oración, a la meditación de las verdades eternas, a la frecuencia de los sacramentos, a la devoción a la bendita Madre de Dios; en síntesis, a llevar una vida católica.

"¿No sabéis que sois templo de Dios y que el Espíritu de Dios habita en vosotros?" Corintios III, 16.

Esforcémonos por vivir en gracia de Dios, por custodiar al divino Espíritu que habita en nosotros, en desarrollar los dones y talentos que hemos recibido, en cumplir con nuestras obligaciones de estado, y el conjunto de estos elementos es lo que le da sentido a nuestra vida, es el valor de llevar con paciencia la tribulación, la enfermedad, la cruz de cada día; pero debemos meditar las verdades eternas, para que estas nos den una cosmovisión cristiana de la vida. 

Teniendo esta mirada sobrenatural fundada en las verdades reveladas por Dios nuestro Señor, y enseñadas por la santa Iglesia Católica como verdades de fe, podemos ver la vanidad y lo pasajero del mundo, la utilidad de las tribulaciones, el valor de la comunión de los santos, la intercesión de la bienaventurada Virgen María.

"Bienaventurados los que se alegran de entregarse a Dios, y se desembarazan de todo impedimento del mundo." Imitación de Cristo, III, I, 1. 

Roguemos a la augusta Madre de Dios, se digne fortalecernos en la fe, sostenernos en la vida de gracia, para llevar el buen olor de Cristo en la libertad de los hijos de Dios. 


Dios te bendiga.



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