09 Nov
09Nov

Queridos hermanos en nuestro Señor Jesucristo, debemos aprovechar la vida que tenemos para alcanzar nuestra salvación eterna, es tiempo de despertar, de tomar el control de nuestra vida, de aprovechar la tribulación y la bonanza para el fin que hemos sido creados, servirnos de las cosas del mundo para nuestra salud espiritual; en síntesis, vivir nuestra vida católica con inteligencia. 

"Realmente, las cosas de acá no son más que medios o instrumentos de que nos debemos valer para llegar al término." San Ignacio de Loyola, ejercicios espirituales.

Es costumbre de algunas almas, el quejarse de todo, el culpar al universo mundo de su mala suerte, el justificar sus errores y desaciertos en los sucesos pasados, en fin, el hacer una suma de señalamientos que dan como resultado ser una víctima de las circunstancias, evadiendo su responsabilidad, su creatividad, su actitud positiva para aprovecharse de los hechos en bien de su salud espiritual. 

Por supuesto que hay días difíciles, tiempos de arideces espirituales, errores personales, y caídas en nuestro caminar, pero también se reciben juntamente las gracias necesarias para afrontar los momentos aciagos y convertirlos en bien para nuestra salud espiritual, pues como escribe el apóstol san Pablo: todas las cosas son para bien de los que aman a Dios. 

“Vivamos bien, y serán buenos los tiempos. Los tiempos somos nosotros; como somos nosotros, así son los tiempos.” San Agustín, sermón LXXX.

La vida es para ganarnos el cielo, para hacer el mayor bien que podamos a la mayor honra y gloria de Dios nuestro Señor, teniendo la capacidad de ofrecer nuestro trabajo ordinario en alabanza de nuestro Divino Redentor, por esto santa Teresa decía: Aún entre los pucheros se encuentra Dios. 

"Pues si coméis, o si debéis, o hacéis cualquier otra cosa: hacedlo todo a gloria de Dios." Corintios X, 31.

Todo esto se resume en una actitud católica, en poner la industria humana al servicio de nuestra salvación eterna, de tal manera que no existan pretextos o argumentos para llevar una vida mediocre, espiritualmente hablando, donde todos los faltantes tienen una justificación, evadiendo la responsabilidad de nuestros propios actos. 

Roguemos a la augusta Madre de Dios, se digne concedernos las gracias necesarias para despertarnos de la somnolencia espiritual, para trabajar en bien de nuestra salud espiritual, para perseverar en el servicio de Dios hasta el fin de nuestra vida. 


Dios te bendiga.


 

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