03 Feb
03Feb

Queridos hermanos en nuestro Señor Jesucristo, cada uno de nosotros tiene un alma que salvar, una misión que cumplir, dones y talentos que acrecentar en miras a nuestra santificación; el gran impedimento es la disipación, el perdernos en las ocupaciones del mundo, el enfrascarnos en cuestiones que nos apartan del fin para el cual hemos sido creados, a saber: "El hombre es creado para alabar, hacer reverencia y servir a Dios nuestro Señor y, mediante esto salvar su alma." San Ignacio de Loyola, ejercicios espirituales. 

Empecemos por acostumbrarnos a rezar tranquilamente nuestras oraciones de la mañana y de la noche, meditar sosegadamente en las verdades eternas, platicar con nuestro Señor en santa paz; poco a poco nos iremos acostumbrando a la soledad y el silencio como medios para mejor encontrarnos con Dios en la oración, en el diálogo, en la súplica y en la acción de gracias. 

Cuantas cosas que platicar con Dios, y a veces que poco tiempo le dedicamos, cuando realmente es ahí donde se va fortaleciendo el alma y disponiendo para hacer mejores confesiones, comuniones, para escuchar con mayor devoción la santa misa.

"¡Tarde te amé, Belleza siempre antigua y siempre nueva! Tarde te amé. Tú estabas dentro de mí, pero yo andaba fuera de mí mismo, y allá afuera te andaba buscando." San Agustín, Confesiones, libro X, capítulo XXVII. 

Dios nuestro Señor puede morar dentro de nosotros por el estado de gracia, nuestro ángel de la guarda siempre nos acompaña, la Providencia siempre nos envía las gracias necesarias para la prosperidad y adversidad que tengamos que afrontar. 

Procuremos ejercitarnos en ofrecer cada día un momento para tener un encuentro con nuestro Señor, buscando los tiempos de mayor silencio, de tranquilidad, de lucidez, para ofrecernos a Dios, para consagrarnos a su santo servicio, para dialogar con la confianza que estamos con el mejor de los padres, quien ha dado su vida por nosotros. 

No te desalientes ante tus miserias y limitaciones personales, ante la rudeza o torpeza que puedas tener en las cosas espirituales, lo importante, es la disposición de espíritu para ofrecerse a Dios, aunque hayas cometido graves pecados, nuestro Señor siempre está dispuesto para personarnos, pues no desprecia un corazón contrito y humillado.

"Cerca está el Señor de aquellos, que tienen el corazón atribulado; y a los humildes de espíritu los salvará." Salmo XXXIII, 19.

Pidamos a la augusta Madre de Dios, se digne bendecirnos con una bendición de amor, que nos cubra con su manto maternal, que nos fortalezca en nuestras debilidades, y nos acompañe hasta entrar en el cielo. 


Dios te bendiga.


 

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