29 Jan
29Jan

Queridos hermanos en nuestro Señor Jesucristo, cada uno de nosotros tiene en algunas ocasiones sus dificultades, preocupaciones, y sufrimientos que padecer; así como sus momentos de gozo, alegría, y esperanza que fortalecen el espíritu; haciendo la suma de todo esto, la cruz de nuestra vida, el bagaje de hechos, sentimientos, y emociones, con las cuales tenemos que vivir, que santificarnos, que llegar al puerto de la eterna salvación, razón de nuestra existencia.

El problema surge cuando queremos hacer todo con solo nuestras fuerzas humanas, desconfiando o viviendo al margen de la gracia y asistencia divina, pues la Divina Providencia siempre está a nuestro lado para darnos lo que necesitamos en miras a nuestra salvación eterna. 

Narra el Evangelio de san Mateo, como los discípulos se transportaban en una barca con el Señor, cuando se levantó una gran borrasca que parecía que la fuerza del mar les daría muerte, y acercándose a nuestro Divino Redentor los discípulos le despertaron diciendo: "¡Señor, sálvanos que perecemos! Díjoles Jesús: ¿Por qué sois tan tímidos y de tan poca fe? Levantóse entonces e impero a los vientos y al mar, y siguióse una gran bonanza." San Mateo VIII, 25. 

Cuantas veces en nuestra vida hemos sentido temor, preocupación, desaliento ante las dificultades y nuestra limitada capacidad, pensando arreglar las cosas con solo la industria humana, olvidándonos por un momento que todo está ordenado a nuestro fin último, a saber nuestra eterna salvación, y sabido es que muchas dificultades, enfermedades, y humillaciones son otros tantos medios para nuestra santificación, para desapegarnos de las criaturas, para probar nuestra fe, para purificarnos y abandonarnos en las manos amorosas de la Providencia. 

"Si te enviare pesadumbre, o alguna contrariedad, no te indignes, ni desfallezca tu corazón. Presto puedo levantarte, y mudar toda pena en gozo... nunca te debes entristecer, ni descaecer tanto por las adversidades". Imitación de Cristo III, XXX, 5. 

Primero pongamos orden en nuestra vida, hagamos las cosas bien hechas, pues en algunas ocasiones, nos encontramos frente a diversas dificultades por nuestra negligencia o desorden personal, siendo necesario ponernos en orden, combatir el buen combate por defender nuestra estabilidad de vida, pues muchas veces bajo el nombre de caridad cristiana se termina por ser veleta de los demás, descuidando nuestras obligaciones de estado, fe, y religión. 

Pidamos al Señor que nos ayude, pero también nosotros tenemos que hacer nuestra parte, pues se suele buscar a Dios en el puro sentimiento, en solo las criaturas, descuidando la fe verdadera, las obligaciones de estado, los medios de santificación que nos proporciona la Iglesia, cayendo en un descuido personal con grave daño para nuestra salud espiritual.

"¡Tarde te amé, Belleza siempre antigua y siempre nueva! Tarde te amé. Tú estabas dentro de mí, pero yo andaba fuera de mí mismo, y allá afuera te andaba buscando." San Agustín, Confesiones, libro X, capítulo XXVII. 

Roguemos a la augusta Madre de Dios, nos ayude a poner orden en nuestra vida, a hacer la parte que nos corresponde, y nos conceda la perseverancia final.


Dios te bendiga.



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