07 Feb
07Feb

Queridos hermanos en nuestro Señor Jesucristo, en el mundo hay muchas personas que profesan una fe opuesta a la religión católica, así como católicos de nombre, y otros tantos que se muestran indiferentes, ocupados en sus intereses particulares; pero nosotros debemos ocuparnos en nuestra salud espiritual, en la salvación eterna de nuestra alma, en el apostolado ordenado, evitando caer en el activismo que nos lleva a descuidarnos y a perder la gracia de Dios. 

La mejor manera de ayudar a nuestro prójimo es viviendo en gracia, haciendo oración por ellos, mandar hacer el santo sacrificio por nuestros hermanos, llevar el buen olor de Cristo con nuestra manera de vivir, teniendo en claro que tenemos libre albedrío y que una gran mayoría por voluntad propia poco o nada le interesa su salvación eterna, para los cuales debemos implorar la misericordia de Dios, la intercesión de la santísima Virgen María. 

Es meritorio ayudar a nuestro prójimo en bien de su salud espiritual, pero es reprobable incurrir en pecado mortal por complacerlo, porque a veces se llega a confundir la caridad, el amor a nuestros hermanos, cuando a quien tenemos que amar por sobre todas las cosas es a Dios nuestro Señor, sin perder la paz porque incomodemos a las personas o provoquemos con nuestras acciones dirigidas a Dios que hablen mal de nosotros. 

"Todos quieren gozar con Él, mas pocos quieren sufrir algo por Él. Muchos siguen a Jesús hasta el partir el pan, mas pocos hasta el beber el cáliz de la pasión. Muchos honran sus milagros, mas pocos siguen el vituperio de la cruz. Muchos aman a Jesús cuando no hay adversidades. Muchos le alaban y bendicen en el tiempo que reciben de Él algunas consolaciones; mas si Jesús se escondiese y los dejase un poco, luego se quejarían o desesperarían mucho." Imitación de Cristo II, XI, 1. 

No podemos o no debemos cometer pecado mortal por granjearnos la amistad de nuestro prójimo, es una mala estrategia que atenta contra el primer mandamiento de la ley de Dios; nuestro amor debe ser ordenado, buscando en todo primero el bien de Dios y la salud espiritual de nuestro prójimo, y después nos ocuparemos de las cuestiones terrenas supeditadas a las primeras.  

"En todo pecado, el hombre se deja influenciar por el seductor original. Todo pecador, al pecar, se pone del lado de los enemigos de Dios, siendo el diablo el primero de ellos. El pecador se somete al diablo cuando deja de obedecer a Dios. El hombre no puede salir de la siguiente alternativa: o se somete a Dios o queda sometido al diablo". Michael Schmaus, Teología Dogmática, tomo II, § 124, página 274. 

Uno de los escollos más comunes son los respetos humanos, el sentimentalismo, y el temor a no perseverar en la vida espiritual que hemos emprendido, sabiendo que somos débiles y con miserias humanas. Por esto es una lucha constante, un futuro incierto, donde debemos librar muchos combates por nuestra salvación eterna, pero debemos, aprender a confiar sin tentar al Señor, desconfiar de nosotros sin caer en el desaliento, antes al contrario, vivir el momento presente en miras a nuestra eterna salvación, comprendiendo y doliéndonos de las caídas de nuestros prójimos, así como de nuestros propios errores, pero con la confianza puesta en Dios, con los auxilios de los sacramentos, con una vida ordenada, podemos y debemos permanecer fieles a nuestro Señor en cuanto lo permite la humana naturaleza. 

Ordenemos nuestros amores, principalmente con nuestros seres más queridos, ayudémoslos de corazón y de acción, pero sin perder la gracia de Dios, seamos diligentes, inteligentes y cautelosos, buscando en todo la mayor honra y gloria de Dios, y el bien eterno y temporal de nuestro prójimo. 

Roguemos a la augusta Madre de Dios, se digne concedernos la sabiduría, la capacidad, y la voluntad para socorrer a nuestros hermanos en sus necesidades espirituales y materiales, para alcanzar juntos el reino de los cielos. 


Dios te bendiga.



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