31 May
31May

Queridos hermanos en nuestro Señor Jesucristo, en medio de las prisas del mundo, de los compromisos, de las necesidades reales o ficticias del presente siglo, el alma se va asfixiando, se va sofocando el espíritu hasta que termina por darle muerte con el pecado mortal de manera permanente, por lo cual, requerimos aprender a vivir católicamente en las circunstancias particulares que nos han tocado.

De aquí surge la necesidad de tener un orden de vida, de tener un tiempo destinado para la oración de la mañana y de la noche, para la meditación de las verdades eternas, para la lectura espiritual, y para el santo rosario principalmente; de esta manera nos podemos mantener unidos a nuestro Señor en medio de los tres enemigos de nuestra salvación eterna, a saber: el mundo, el demonio, y la carne. 

"Bienaventurados los que se alegran de entregarse a Dios, y se desembarazan de todo impedimento del mundo." Imitación de Cristo, III, I, 1. 

Si nos dejamos llevar por los compromisos y respetos humanos, por las necesidades e imprevistos de cada día, se vuelve muy complejo que podamos llevar una buena salud espiritual, porque terminamos volcándonos al exterior, y el mundo y las personas que comulgan con él, son tan demandantes, que terminan por pretender en la práctica hacernos a su manera de pensar, de obrar, y de vivir. 

En definitiva, no podemos complacer a todos los hombres, dado que son cambiantes en sus expectativas, y diversos en sus apreciaciones, luego entonces, a quien tenemos que agradar es a Dios nuestro Señor, atender en primer lugar al motivo de nuestra existencia, al fundamento de nuestra vida, a la razón de nuestra estadía sobre la faz de la tierra. 

"Luego mi fin no son precisamente las riquezas, los honores, las delicias; representar un papel brillante en el mundo, lucir, gozar, sino principalmente y ante todo servir a Dios; y servirle, no a mi antojo y capricho, sino como Él quiere que le sirva." San Ignacio de Loyola, ejercicios espirituales.

Para llegar a este convencimiento intelectual y práctico de nuestra vida espiritual, requerimos de la meditación asidua de las verdades eternas, de la lectura espiritual pausada y meditada, de la oración que nos hace hablar con nuestro Dios, de la frecuencia de los sacramentos; es decir, requerimos fortalecernos, fundamentalmente en el estado de gracia, para poder crecer hacia las obras de misericordia, hacia nuestras obligaciones de estado, hacia nuestros compromisos sociales como personas que profesamos la fe católica. 

Este conjunto de elementos que hemos mencionado, constituyen el fundamento de una vida espiritual, lo cual tenemos que tener muy en claro para no ser presa fácil de una espiritualidad apócrifa, basada únicamente en sentimientos, con tendencias a vivir de fábulas y fantasías. 

Por supuesto que tenemos que estar bautizados, profesar la fe revelada por Dios y propuesta por la Iglesia para ser creída, esto unido, al alimento espiritual de que hemos hecho mención, para poder tener fundamentos intelectuales sólidos en la doctrina católica, aprender de la vida de los bienaventurados en la lectura espiritual, recibir el cuerpo de Cristo en la sagrada comunión. 

"Si tú sabes dejar a los hombres, ellos te dejarán hacer tus buenas obras". Imitación de Cristo I, XXI, 2.

Tarea nada fácil, pero tampoco difícil, es cuestión de empeñarse, de perseverar, de aprender a vivir, pues es la razón de nuestra estadía en la tierra; juntamente desarrollando los dones y talentos que cada uno hemos recibido de la Providencia, llevando con paciencia la cruz que nos corresponda, con el buen olor de Cristo en la libertad de los hijos de Dios.

Roguemos a la augusta Madre de Dios, se digne ayudarnos en nuestro caminar por este mundo hacia la patria eterna, infunda en nosotros la convicción para no contaminarnos de la corrupción del mundo, y nos dé la sabiduría cristiana para ayudar a nuestros hermanos, y juntos, alcanzar la eterna bienaventuranza. 


Dios te bendiga.


  

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