21 Feb
21Feb

Queridos hermanos en nuestro Señor Jesucristo, uno de los peligros en la vida espiritual, es el buscarnos a nosotros mismos, ramificación del amor propio, orgullo o soberbia. 

No podemos dejar de sentir, es parte de nuestra naturaleza humana, muchas veces experimentamos el gozo espiritual, la tranquilidad de conciencia, la paz sensible, como también, la aridez y la sequedad espiritual; en lo que debemos de tener cuidado, es, en no hacer las cosas únicamente por nuestro gozo espiritual, porque estaríamos cayendo en un engaño peligroso.

Nuestras obras deben estar dirigidas a alabar, hacer reverencia y servir a Dios, deben concordar con la razón de nuestra existencia, a saber: El hombre es criado para alabar, hacer reverencia y servir a Dios nuestro Señor y, mediante esto, salvar su alma.

San Ignacio de Loyola nos instruye claramente en sus 'Ejercicios espirituales', sobre la orientación que deben tener nuestras obras: 

  • "Luego no soy criado para alabarme, honrarme, servirme y regalarme, sino para alabar, hacer reverencia y servir a Dios".

  • "Luego mi fin no son precisamente las riquezas, los honores, las delicias; representar un papel brillante en el mundo, lucir, gozar, sino principalmente y ante todo servir a Dios; y servirle, no a mi antojo y capricho, sino como Él quiere que le sirva".

  • "Sano o enfermo, rico o pobre, sabio o ignorante, honrado o despreciado, con éste o con aquél genio, con muchos o pocos dotes, aptitudes y talentos, puedo alabar, hacer reverencia y servir a Dios".

Por esto, no debemos abandonar la oración porque no sentimos nada, o por una aridez espiritual, ¿acaso nos estamos buscando a nosotros?, debemos hacer nuestras obras de piedad con gozo espiritual o sin él, ya que lo fundamental no estriba en nuestra fruición, sino en el fin y razón de hacer la obra, que debe de ser, Dios nuestro Señor.  

Poco a poco, con la ayuda de Dios, nuestra buena voluntad y la instrucción en la vida espiritual, debemos crecer, desarrollarnos y fortalecernos en las obras de piedad cristiana.

Pidamos a la bienaventurada siempre Virgen María, nos conceda las gracias necesarias, para vivir de tal manera, que agrademos a nuestro Señor Jesucristo, y merezcamos la eterna bienaventuranza. 


Dios te bendiga.


 

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