23 Feb
23Feb

Amados hermanos en nuestro Señor Jesucristo, a pesar de nuestra historia, aciertos y fracasos, es necesario emprender el camino a la eterna bienaventuranza, aprender a vivir en gracia de Dios, acometer el buen combate, y disfrutar la libertad de los hijos de Dios. 

Los errores deben servirnos de experiencia, hacernos más humanos, e inclinarnos más, a confiar en la Divina Providencia, de tal suerte, que nuestro espíritu sea más clemente, misericordioso y compasivo a imagen de nuestro Señor Jesucristo. 

Cuidarnos siempre de no caer en un espíritu amargado, pusilánime, flácido, desalentado, que pierda la vitalidad, la seguridad y la confianza en Dios nuestro Señor. 

"El demonio se aprovecha de nuestras faltas para infundirnos el desaliento y ya sabe que es una de sus mejores armas... la mayor parte de las almas que no alcanzan la perfección es por el desaliento. Realmente nunca hay motivo para que nos desalentemos, porque contamos con Dios. Y Dios, por una parte, es poderosísimo y por otra es amorosísimo. ¿Cómo podemos desconfiar de Dios? Cualquiera que sea el estado a donde hubiera llegado nuestra alma, Dios es poderosísimo para levantarnos." Monseñor Luis María Martínez, 'Espiritualidad de la Cruz', página 240. 

Es aconsejable estudiar la vida de los Santos en todas sus etapas, sus caídas en algunos de ellos, el verdadero sentido de la humildad para emprender nuevamente el camino a la eterna bienaventuranza, la mano de la Divina Providencia en sus flaquezas, en síntesis, valorar su vida en su conjunto. 

Por lo general se requieren tres elementos para emprender el camino a la eterna bienaventuranza, a saber: voluntad y perseverancia por parte del hombre, la gracia de Dios, y el método correcto. 

De gran ayuda será, estudiar para hacer parte de nuestra vida, el libro de san Luis María G. de Montfort, la verdadera devoción a la Santísima Virgen María, medio fundamental para nuestro camino a la eterna bienaventuranza. 

"Aún cuando os hallaseis en el borde del abismo o tuvieseis ya un pie en el infierno; aunque hubieseis vendido vuestra alma al diablo; aun cuando fueseis un hereje endurecido y obstinado como un demonio, tarde o temprano os convertiréis y os salvaréis, con tal que (lo repito, y notad las palabras y los términos de mi consejo) recéis devotamente todos los días el Santo Rosario hasta la muerte, para conocer la verdad y obtener la contrición y el perdón de vuestros pecados." San Luis María G. de Montfort, El secreto del Rosario. 


Dios te bendiga.


 

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