20 Jan
20Jan

Queridos hermanos en nuestro Señor Jesucristo, en el mundo en el cual vivimos, tan diverso en sus errores contra la fe católica, con leyes que atentan contra la ley de Dios nuestro Señor, con un libertinaje desenfrenado, debemos aprender a vivir sin corrompernos, sosteniendo la fe verdadera, que ha sido revelada por Dios y propuesta por la Iglesia para ser creída como dogmas de fe, la cual se encuentra sucintamente resumida en el Credo que profesamos. 

Recordemos que sin fe es imposible agradar a Dios, por tanto, debemos resguardarla como un tesoro, que unida al estado de gracia nos abre las puertas del reino de los cielos; pero es necesario que en la medida de nuestras posibilidades conozcamos más afondo nuestra fe católica, la cual no puede cambiar porque está fundada en la palabra de Dios nuestro Señor. 

"Y así sin fe es imposible agradar a Dios. Pues es necesario que el que se llega a Dios crea que hay Dios, y que es remunerador de los que le buscan." Hebreos XI, 6. 

Es importante tranquilizarnos, detener las prisas que el mundo nos conduce por medio de tantos compromisos, costumbres, y respetos humanos; tranquilizarnos para tener tiempo para meditar las verdades eternas, para entrar en oración en paz, para entregarnos al retiro espiritual, para escuchar la santa misa con un corazón sosegado; en síntesis, tiempo para vivir nuestra fe católica. 

"Bienaventurados los que se alegran de entregarse a Dios, y se desembarazan de todo impedimento del mundo." Imitación de Cristo, III, I, 1.

Es importante la tranquilidad de vida, sosegar el alma, llevar un orden de vida, porque eso es muy benéfico para la salud espiritual; un alma sin sosiego es presa de cometer pecados, se comienza por inadvertencia, y después se va acostumbrando a la ligereza hasta incorporarlo a su manera de vivir.

"¡Tarde te amé, Belleza siempre antigua y siempre nueva! Tarde te amé. Tú estabas dentro de mí, pero yo andaba fuera de mí mismo, y allá afuera te andaba buscando." San Agustín, confesiones, libro X, capítulo XXVII. 

Busquemos tiempo para estar a solas con Dios, para entregarnos a la oración, para meditar las verdades eternas, para frecuentar la sagrada confesión y comunión; nos hace tanto bien llevar el buen olor de Cristo, de tal manera que sea nuestra manera ordinaria de vivir, o al menos dediquemos cada día, cada semana o cada mes un tiempo para nuestra salud espiritual. 

No perdamos tiempo quejándonos del mundo y sus costumbres, de los libertinos que viven como si no existiera la eternidad, mejor ocupémonos de nuestra vida espiritual, de implorar la misericordia de Dios por las almas que nos han sido encomendadas, por nuestro prójimo, y por nuestro país. 

Roguemos a la augusta Madre de Dios, se digne bendecirnos y concedernos las gracias necesarias para llevar el buen olor de Cristo, para ordenar nuestra vida espiritual, para ser buenos católicos hasta alcanzar la eterna bienaventuranza. 


Dios te bendiga.


 

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