02 Jun
02Jun

Queridos hermanos en nuestro Señor Jesucristo, en nuestro camino a la patria eterna, hay muchos distractores que nos apartan de nuestro último fin, de la razón de nuestra existencia, como son los respetos humanos, las carencias y necesidades materiales, las embestidas del mundo, del demonio y de la carne; que todas ellas tienen sus razones para ser atendidas con prontitud, mero ninguna de la trascendencia de la salvación eterna de nuestra alma. 

Y es aquí, donde debemos utilizar la libertad que tenemos para obrar de la mejor manera, siendo esta, iluminada por la razón, y esta por la fe revelada por Dios nuestro Señor. El bien del alma está por encima de las necesidades materiales, por eso nos dice nuestro divino Redentor: buscar primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas las demás cosas se os darán por añadidura. 

Lo primero que debemos procurar en nuestra vida espiritual, es vivir en gracia de Dios, para lo cual debemos estar bautizados, conocer los mandamientos para poder guardarlos, cumplir con nuestras obligaciones de estado, sostener la fe revelada por Dios y propuesta por la Iglesia, frecuentar los sagrados sacramentos que nos ayudan enormemente para nuestro bien eterno y temporal. 

"El que creyere y se bautizare se salvará; pero el que no creyere será condenado." San Marcos XVI, 16. 

Por lo cual, en medio de todas las ocupaciones y obligaciones que tenemos, conforme a nuestro estado y condición, debemos poner en primer término la salvación eterna de nuestra alma, que es trascendental, pues va más allá de la muerte, pues el alma subsiste a la corrupción del cuerpo. 

Para llegar a estas saludables resoluciones, necesitamos conocer la sagrada revelación, el espíritu del Evangelio, nuestra fe católica; para lo cual se hace necesario la meditación de las verdades eternas, la lectura espiritual, la frecuencia de los sacramentos, salir de nuestro pequeño mundo, para ver la trascendencia para la que hemos sido creados: para vivir eternamente en el cielo. 

En nuestro caminar podemos haber cometido muchos errores por inadvertencia, malicia, o ligereza de vida; pero estamos a tiempo de enmendarnos, de corregir nuestro rumbo, elevando nuestra mirada más allá de las cosas e intereses transitorios, para ocuparnos de nuestro bien eterno que comienza con el estado de gracia, donde el pecado en nuestra vida representa una derrota, y un grave peligro para el fin que hemos sido creados. 

"En todo pecado, el hombre se deja influenciar por el seductor original. Todo pecador, al pecar, se pone del lado de los enemigos de Dios, siendo el diablo el primero de ellos. El pecador se somete al diablo cuando deja de obedecer a Dios. El hombre no puede salir de la siguiente alternativa: o se somete a Dios o queda sometido al diablo". Michael Schmaus, Teología Dogmática, tomo II, § 124, página 274. 

Vale la pana vivir el Evangelio, esforzarse por alcanzar el reino de los cielos, trabajar por la mayor honra y gloria de Dios nuestro Señor, por la salvación eterna de las almas, pues la voluntad de Dios es muy clara: la voluntad de Dios es vuestra santificación. 

Roguemos a la augusta Madre de Dios, se digne despertarnos del letargo espiritual, nos conceda el don de la santa perseverancia, y nos ampare con su manto santísimo en los momentos de tribulación. 


Dios te bendiga.



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